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martes, 20 de mayo de 2025

LECCIÓN 140: La salvación es lo único que cura.



1. La palabra “cura” no puede aplicarse a ningún remedio que el mundo considere beneficioso. Lo que el mundo percibe como un remedio terapéutico es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta “mejor”. Mas cuando trata de curar a la mente, no la considera como algo separado del cuerpo, en el que cree que ella existe. Sus métodos de curación, por lo tanto, no pueden sino substituir una ilusión por otra. Una creencia en la enfermedad adopta otra forma, y de esta manera el paciente se siente ahora restablecido.


2. Mas no se ha curado. Simplemente soñó que estaba enfermo y en el sueño encontró una fórmula mágica para curarse. Sin embargo, no ha despertado del sueño, de modo que su mente continúa en el mismo estado que antes. No ha visto la luz que lo podría despertar y poner fin a su sueño. ¿Qué importancia tiene en realidad el contenido de un sueño? Pues o bien uno está dormido o bien despierto. En esto no hay términos medios.


3. Los dulces sueños que el Espíritu Santo ofrece son diferentes de los del mundo, donde lo único que uno puede hacer es soñar que está despierto. Los sueños que el perdón le permite percibir a la mente no inducen a otra forma de sueño a fin de que el soñador pueda soñar otro sueño. Sus sueños felices son los heraldos de que la verdad ha alboreado en su mente. Te conducen del sueño a un dulce despertar, de modo que todos los sueños se desvanecen. Y así, sanan por toda la eternidad.


4. La Expiación cura absolutamente y cura toda clase de enfermedad. Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar. Donde no hay culpa no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpa. La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación. Pero sí elimina la culpa que hacía posible la enfermedad. Y eso es ciertamente curación. Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar.


5. ¡Que la paz sea contigo que has sido curado en Dios y no en sueños vanos! Pues la curación tiene que proceder de la santidad, y la santidad no puede encontrarse allí donde se concede valor al pecado. Dios mora en templos santos. Allí donde ha entrado el pecado se Le obstruye el paso. No obstante, no hay ningún lugar en el que Él no esté. Por lo tanto, el pecado no tiene un hogar donde poder ocultarse de Su beneficencia. No hay lugar del que la santidad esté ausente ni ninguno donde el pecado y la enfermedad puedan morar.


6. Éste es el pensamiento que cura. No hace distinciones entre una irrealidad y otra. Tampoco trata de curar lo que no está enfermo, al ser consciente únicamente de dónde hay necesidad de curación. Esto no es magia. Es simplemente un llamamiento a la verdad, la cual no puede dejar de curar, y curar para siempre. No es un pensamiento que juzgue una ilusión por su tamaño, su aparente gravedad o por nada que esté relacionado con la forma en que se manifiesta. Sencillamente se concentra en lo que es, y sabe que ninguna ilusión puede ser real.


7. No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar. La curación se tiene que buscar allí donde se encuentra, y entonces aplicarse a lo que está enfermo para que se pueda curar. Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada. Pero la mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste. Pues ¿cómo puede una ilusión diferir de otra sino en atributos que no tienen substancia, realidad, núcleo ni nada que sea verdaderamente diferente?


8. Hoy nos proponemos cambiar de parecer con respecto a lo que constituye la fuente de la enfermedad, pues lo que buscamos es una cura para todas las ilusiones, y no meramente un cambio en ellas. Hoy vamos a tratar de encontrar la fuente de la curación, la cual se encuentra en nuestras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros. Está tan cerca de nosotros como nosotros mismos. Está tan cerca de nosotros como nuestros propios pensamientos, tan próxima que es imposible que la podamos perder de vista. Sólo necesitamos buscarla y con toda seguridad la hallaremos.


9. Hoy no nos dejaremos engañar por lo que a nosotros nos parece que está enfermo. E iremos más allá de las apariencias hasta llegar a la fuente de la curación, de la que nada está exento. Tendremos éxito en la medida en que nos demos cuenta de que jamás se puede hacer una distinción válida entre lo que es falso y lo que es igualmente falso. En esto no hay grados ni ninguna creencia de que lo que no existe puede ser más cierto en algunas de sus formas que en otras. Todas las ilusiones son falsas, y se pueden subsanar precisamente porque no son verdad.


10. Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos, nuestros talismanes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean. Sencillamente permaneceremos en perfecta quietud a la escucha de la Voz de la curación, la cual curará todos los males como si de uno solo se tratase, restaurando así la cordura del Hijo de Dios. otra voz salvo Ésta puede curar. Hoy escucharemos una sola Voz, la cual nos habla de la verdad en la que toda ilusión acaba, y la paz retorna a la eterna y apacible morada de Dios.


11. Al despuntar el día nos despertamos oyéndolo a Él y permitiendo que nos hable durante cinco minutos; y al concluir el día Lo volvemos a escuchar cinco minutos más antes de irnos a dormir. Nuestra única preparación consistirá en dejar a un lado los pensamientos que constituyen una interferencia, no uno por uno, sino todos de una vez. Pues todos son lo mismo. No hace falta hacer distinciones entre ellos y demorar así el momento en que podamos oír a nuestro Padre hablarnos. Lo oímos ahora. Hoy venimos a Él.


12. Sin nada en nuestras manos a lo que aferrarnos, y con el corazón exaltado y la mente atenta, oremos:


La salvación es lo único que cura.

Háblanos, Padre, para que nos podamos curar.


Y sentiremos la salvación cubrirnos con amorosa protección y con una paz tan profunda que ninguna ilusión podría perturbar nuestras mentes ni ofrecernos pruebas de que es real. Esto es lo que aprenderemos hoy. Repetiremos cada hora nuestra plegaria de curación, y cuando el reloj marque la hora, dedicaremos un minuto a oír la respuesta a nuestra plegaria, que se nos da según aguardamos felizmente en silencio. Hoy es el día en que nos llega la curación. Hoy es el día en que a la separación le llega su fin y en el que recordamos Quién somos en verdad.


REFLEXIÓN:


El aceptar que soy tal como Dios me creó, el aceptar que no soy cuerpo sino espíritu, que es vida eterna, es lo único que cura. Y eso es la “Expiación” como lo vimos en la lección de ayer. Nos lo dicen de la siguiente manera:  “La Expiación cura absolutamente y cura toda clase de enfermedad. Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar”


Y nos dan la clave para la curación: “Donde no hay culpa no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpa”. Y la culpa nace de la acción de juzgar, porque cuando juzgo veo pecado, y es el pecado el que pone en mí el sentimiento de culpa, ya sea porque me juzgo, o cuando juzgo a mi hermano, pues veo su “pecado” y lo culpo. Ahí quedé inmerso, junto con él, en la culpa, y esa es la enfermedad que luego se manifiesta en el cuerpo porque éste sí es vulnerable a todas esas emociones que se generan cuando veo culpa. Y nos explican muy bien como funciona este proceso:  “La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación. Pero sí elimina la culpa que hacía posible la enfermedad. Y eso es ciertamente curación. Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar”.


Luego nos dicen que “ la curación tiene que proceder de la santidad, y la santidad no puede encontrarse allí donde se concede valor al pecado”.  La manera de concederle valor al pecado es cuando juzgo, si no juzgo ni bueno ni malo, no puedo ver pecado, simplemente estoy observando las cosas tal y como sin otorgarles un valor, porque si digo: “esa persona es buena”, estoy juzgando una apariencia y ya  tiene un potencial que puede cambiar porque también puede en algún momento ser “mala”. Juzgar no se aplica solamente a lo que para mí es negativo, sino a todo aquello que le doy un valor: un juicio de valor. Entonces, no juzgar es no otorgarle valor a nada, las cosas simplemente son y ocupan un lugar y tiene una función. Las personas simplemente son nuestros hermanos que comparten este mundo material con nosotros, también tiene un propósito, y son, al igual que yo, tal como Dios las creó. Esa sería una manera de entender la “Expiación”.


Y nos dicen que la fuente de la curación está “en nuestras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros”.  Ese es el motivo por el que el propósito de este curso es sanar nuestra mente, porque si no sana, la curación no estará a nuestro alcance. Y la mente tiene que sanar de las ilusiones de separación que es la causa de nuestras enfermedades, porque en el momento en que tomemos conciencia de que todos somos uno, entenderemos que nada hay fuera de nosotros que nos esté causando dolor, y  más bien, somos nosotros mismos los que nos hemos estado haciendo daño. ¿Cómo podríamos seguir culpándonos a nosotros mismos? Porque si yo en verdad creo que soy  uno con mi hermano, ¿podría seguir culpándolo de algo? ¿Podría seguir viendo pecado en él? Sólo cuando en verdad lo creamos diremos que no. Mientras tanto la enfermedad será causa de dolores en nuestra vida, porque está comprobado que son las emociones mal gestionadas las que provocan síntomas en el cuerpo físico, y tiene sentido cuando nos dicen que la culpa provoca que estemos enfermos. Son los pensamientos un arma de doble filo, porque nos pueden mantener en equilibrio, o causar dolor. 


Y si hoy nos dicen que la salvación es lo único que cura, y si la salvación procede de mí, como ya nos lo explicaron en la Lección No.70, nuestra tarea es no abrigar resentimientos, a través de la culpa, porque estaríamos atacando el plan de salvación que Dios planeó para nosotros porque nos quería sanos y no enfermos.


ORACIÓN:


“La salvación es lo único que cura. Háblanos, Padre, para que nos podamos curar". Amén.


2 comentarios:

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