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jueves, 13 de marzo de 2025

LECCIÓN 72: Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación.



1. Aunque hemos reconocido que el plan del ego para la salvación es el opuesto al de Dios, aún no hemos puesto de relieve que es también un ataque directo contra Su plan y un intento deliberado de destruirlo. En dicho ataque se le adjudican a Dios aquellos atributos que de hecho le corresponden al ego, mientras que el ego parece asumir los de Dios.


2. El deseo fundamental del ego es suplantar a Dios. De hecho, el ego es la encarnación física de ese deseo. Pues es este deseo lo que parece encerrar a la mente en un cuerpo, manteniéndola sola y separada e incapaz de llegar a otras mentes, excepto a través del mismo cuerpo que fue hecho para aprisionarla. Poner límites en la comunicación no es la mejor manera de expandirla. No obstante, el ego quiere hacerte creer que lo es.


3. Aunque el intento de mantener las limitaciones que un cuerpo impone es obvio aquí, tal vez no sea tan evidente por qué razón abrigar resentimientos constituye un ataque contra el plan de Dios para la salvación. Examinemos, pues, cuáles son las cosas contra las que tienes la tendencia a abrigar resentimientos. ¿Acaso no están siempre asociadas con algo que un cuerpo hace? Una persona dice algo que no te gusta. O bien hace algo que te desagrada. Dicha persona “delata” sus pensamientos hostiles con su comportamiento.


4. En este caso no estás tratando con lo que la persona realmente es. Por el contrario, en lo único que te fijas es en lo que esa persona hace en el cuerpo. Y no sólo no la estás ayudando a librarse de las limitaciones de su cuerpo, sino que estás tratando activamente de atarla al cuerpo al confundirla con éste y juzgar que ella y su cuerpo son una misma cosa. De este modo se ataca a Dios, pues si Su Hijo no es más que un cuerpo, eso es lo que Él necesariamente debe ser también. Es inconcebible que un creador pueda ser radicalmente distinto de su creación.


5. Si Dios fuese un cuerpo, ¿cuál sería Su plan para la salvación? ¿Qué otra cosa podría ser sino la muerte? Y al tratar de presentarse a Sí Mismo como el Autor de la Vida y no de la muerte, resultaría ser un mentiroso y un impostor lleno de falsas promesas, que ofrece ilusiones en vez de la verdad. La aparente realidad del cuerpo hace que esta perspectiva de Dios parezca convincente. De hecho, si el cuerpo fuese real, sería imposible no llegar a esta conclusión. Cada resentimiento que abrigas reitera que el cuerpo es real. Cada resentimiento que abrigas pasa por alto completamente lo que tu hermano es. Refuerza tu creencia de que él es un cuerpo y lo condena por ello. Y afirma que su salvación tiene que ser la muerte, al proyectar este ataque sobre Dios y hacerlo responsable de ello.


6. A este escenario cuidadosamente preparado, donde animales feroces acechan a sus presas y la clemencia no puede hacer acto de presencia, el ego viene a salvarte. ”Dios te hizo un cuerpo. Muy bien. Aceptemos esto y alegrémonos. En cuanto que cuerpo, no te prives de nada de lo que el cuerpo ofrece. Apodérate de lo poco que puedas. Dios no te dio nada. El cuerpo es tu único salvador. Representa la muerte de Dios y tu salvación.”


7. Ésta es la creencia universal del mundo que ves. Hay quienes odian al cuerpo y tratan de lastimarlo y humillarlo. Otros lo veneran y tratan de glorificarlo y exaltarlo. Pero mientras tu cuerpo siga siendo el centro del concepto que tienes de ti mismo, estarás atacando el plan de Dios para la salvación y abrigando resentimientos contra Él y contra Su Creación a fin de no oír la Voz de la Verdad y acogerla como Amiga. El que has elegido como tu salvador ocupa Su lugar. Él es tu amigo; Dios, tu enemigo.


8. Hoy trataremos de poner fin a estos absurdos ataques contra la salvación, y en lugar de ello, trataremos de darle la bienvenida. Tu percepción invertida ha sido la ruina de tu paz. Te has visto a ti mismo como que estás dentro de un cuerpo y a la verdad como algo que se encuentra fuera de ti, vedada de tu conciencia debido a las limitaciones del cuerpo. Ahora vamos a tratar de ver esto de otra manera.


9. La luz de la verdad está en nosotros, allí donde Dios la puso. El cuerpo es lo que está fuera de nosotros, y no es algo que nos concierne. Estar sin un cuerpo es estar en nuestro estado natural. Reconocer la luz de la verdad en nosotros es reconocernos a nosotros mismos tal como somos. Ver que nuestro Ser es algo separado del cuerpo es poner fin al ataque contra el plan de Dios para la salvación y, en lugar de ello, aceptarlo. Y dondequiera que Su plan sea aceptado, ya se ha cumplido.


10. Nuestro objetivo para las sesiones de práctica más largas de hoy es hacernos más conscientes de que el plan de Dios para la salvación ya se ha realizado en nosotros. Para lograr este objetivo tenemos que reemplazar el ataque por la aceptación. Mientras sigamos atacando, no podremos entender cuál es el plan de Dios para nosotros. Estaremos, por lo tanto, atacando lo que no reconocemos. Vamos a tratar ahora de suspender todo juicio y de preguntarle a Dios cuál es Su plan para nosotros:


¿Qué es la salvación, Padre? No lo sé. Dímelo, para que lo pueda entender.


Luego esperamos en silencio Su respuesta. Hemos atacado el plan de Dios para la salvación sin habernos detenido a escuchar en qué consistía. Hemos expresado nuestros resentimientos con gritos tan ensordecedores, que no hemos escuchado Su Voz. Hemos utilizado nuestros resentimientos para cubrirnos los ojos y para taparnos los oídos.


11. Ahora queremos ver, oír y aprender. ”¿Qué es la salvación, Padre?” Pregunta y se te contestará. Busca y hallarás. Ya no le estamos preguntando al ego qué es la salvación ni dónde encontrarla. Se lo estamos preguntando a la verdad. Ten por seguro, entonces, que la respuesta será verdadera, en virtud de Aquel a Quien se lo estás preguntando.


12. Cada vez que sientas que tu confianza flaquea y que tu esperanza de triunfo titubea y se extingue, repite la pregunta y tu petición, recordando que le estás preguntando al infinito Creador de lo infinito, Quien te creó a semejanza de Sí Mismo:


¿Qué es la salvación, Padre? No lo sé. Dímelo, para que lo pueda entender.


Él te contestará. 6Decídete a escuchar.


13. Hoy sólo será necesario una o quizá dos sesiones de práctica cortas por hora, ya que serán un poco más largas que de costumbre. Los ejercicios deben comenzar con lo siguiente:


Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación. Lo aceptaré en vez de atacarlo. ¿Qué es la salvación, Padre?


Luego espera en silencio un minuto más o menos, preferiblemente con los ojos cerrados, y aguarda Su respuesta.


REFLEXIÓN:


En definitiva nos tiene que quedar muy claro que “abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación” porque la lección de hoy es una especie de retroalimentación de la lección anterior en donde nos decían que “sólo el plan de Dios para la salvación tendrá éxito”.  Hoy aprendemos que el resentimiento nos está “diciendo” que el cuerpo es real, lo que nos hace olvidar quien es nuestro hermano, y lo estamos condenando sin tener en cuenta que esa no es su esencia. Él se encuentra en un estado transitorio cuando vemos un error y lo juzgamos porque eso es el cuerpo: un instrumento para nuestro aprendizaje aquí en la  tierra, pero eso no somos, ni ese otro ser humano a quien juzgamos tan duramente. Nuestros mayores sufrimientos y equivocaciones se derivan de la importancia que le damos a nuestro cuerpo cuando no lo aceptamos y nos sentimos inferiores y miserables porque nos hubiera gustado tener otra “apariencia”, que la palabra misma nos lo está diciendo: El cuerpo es sólo apariencia. Pero hemos creído esa mentira del ego, y por eso juzgamos al “otro”, ya sea para sentirnos superiores o inferiores a él, y siempre tiene que ver  con la apariencia física o con las posesiones materiales. Hoy día es normal escuchar personas repitiendo la palabra “empodérate”, y lo primero que nos muestran son imágenes de estereotipos físicos, y de cosas materiales que, según ellos, debemos poseer para estar empoderados: un carro último modelo, una cartera de diseñador famoso, un perfume costoso, etc. Y quien no posee nada de eso se siente carente, débil, miserable porque cree que “no está empoderado”. Eso es producto de las invenciones ilusorias del ego, porque sólo le interesa que creamos que nuestro cuerpo es real y por lo tanto debe ser el centro de atención de nuestras vida y para que se sienta bien debe estar rodeado de cosas materiales. 


Ya sea que nos aceptemos o no,  nos dice UCDM que estaremos “atacando el plan de Dios para la salvación” si el cuerpo es el “centro del concepto” que tenemos de sí mismos. Por eso hoy la tarea a emprender es aceptar que “el cuerpo es lo que está fuera de nosotros”, y “la luz de la verdad” es lo que está en nosotros y que fue Dios quien la puso ahí, y por lo tanto si nos debe importar.


Pero no es fácil comprender que no somos un  cuerpo, porque estamos inmersos en un mundo material que nos ofrece más de lo mismo, y por eso el “consumismo” es el centro de la vida para muchas personas que para tomar decisiones tienen que consultar cuál es la tendencia del momento, ya sea para comer, vestir, pasear, o incluso para buscar ayuda espiritual. Es por esto que hoy en los ejercicios nos piden suspender los juicios y preguntarle a Dios “cuál es su plan para nosotros”, planteando una serie de preguntas para que cada quien reciba la respuesta. Y es cierto que somos diferentes en muchos aspectos de nuestra vida, pero como el ser esencial es el mismo, entonces recibiremos la respuesta con la seguridad de que es la misma para todos, y esto sólo puede suceder si no juzgamos. Pero sería más fácil entender cuál es el plan de Dios para la salvación, si nos decidimos simplemente aceptar e integrar en nuestra vida que no debemos “abrigar resentimientos” y que eso implica creerle a Dios que no somos un cuerpo y que “la luz de la verdad está en nosotros”. ¿Cómo hacerlo”: ¡Aceptarlo!, porque “donde quiera que Su plan sea aceptado, ya se ha cumplido”.


ORACIÓN:


Padre, dame la gracia de entender qué es la salvación. Sé que no debo juzgar a mi hermano, pero “veo un error” y entonces se alza mi mano para señalarlo. Permíteme reconocer la luz de la verdad en mí, para reconocer a mi propio Ser en los demás. Amén.


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